En los primeros años del Siglo XX, en la Residendia Sobremonte ubicada en la Estancia Sobremonte, en los alrededores de San Pedro de Choya, residía la familia Espeche-Agüero. Fue una familia que hoy podríamos nombrar como respetable, prolífica y tradicional.
Este tronco familiar se destacó -como en casi todas las familias choyanas- por la belleza natural de sus hijas. La primogénita de este tronco, María Baldomera, tenía todos los encantos para merecer los galanteos de un preciado y prestigioso varón de la época, que pudiera pretenderla.
Por supuesto que los corazones de éstos enamorados varones latían muy fuertemente por esta pequeña damita. Tan fuertes eran los sentimientos amorosos que María Baldomera inspiraba en todos ellos, que hasta se declaraban capaces, de despositar a sus pies, la estrella más grande del cielo, al amanecer: el lucero del alba1.
Fueron muchos los platónicos enamorados, pero de entre todos, se destacarton dos, con tal fuerza social que hasta llegó a rondar la idea de un honorable duelo a muerte, para merecer a la bella María Baldomera.
El duelo realmente existió pero no en términos agresivos sino poéticos hacia la bella. Se estableció una suerte de duelo de poemas escritos de puño y letra.
Los dos varones fueron muy dignos adversarios en esta disputa. Uno de ellos era un
caballero muy culto, cuya descendencia en Santiago del Estero fue de extrema importancia para el desarrollo del porvenir cultural de los santiagueños. El otro fue un
varonil caballero de un físico privilegiado natural (no fisicoculturista) y con un temperamento natural de tal dimensión de bondad, que era muy querido en todo su entorno social.
Como resultado de esta puja amorosa, el segundo de los nombrados
pudo imponerse sobre el primero, para formar así el tronco familiar de los
Vera-Agüero, que finalmente también tuvo una prolífica descendencia (8 hijos) y un apreciado desempeño moral y social en Santiago del Estero.
Creo que el caballerísimo
José Vera, más inteligentemente, supo ganarse primero el aprecio y la confianza plena de su futura suegra
Nicéfora. Y esto no es algo que yo haya sospechado, imaginado o inventado.
Puede leerse textualmente en la transcripción de su
testamento ológrafo2,
la confianza ciega que
José había inspirado en
Nicéfora.
Como ya lo anunciáramos antes, en este post, no hablaremos de ciencia basada solo en la razón, sino de profundos sentimientos pasionales que expresaron nuestros antepasados. Los invito a imaginar los entornos de la época a través copias fieles de los documentos reales que presentamos. Ejercitemos la imaginación con nuestras mentes entrelazadas con nuestros corazones.
Tiemblo al reflexionar y comprobar que quizá los sentimientos basados en el amor pasional, muy pero muy poco, habrían cambiado en casi toda la historia de la humanidad (en nada menos que 4 millones de años). ¿Es que no estuvieron sujetos a la evolución Darwiniana? o es que se trata de una fuerza inmutable propia de la eternidad.
Quien esto escribe es justamente uno de sus orgullosos descendientes,
nieto y
ahijado de
María Baldomera. ¿Qué habría sido de mi?, si
José Vera no hubiera consumado su amor pleno con María Baldomera? Hoy mi existencia habría sido virtual, ¿o no?
¿De dónde vengo yo exactamente?, me pregunto sintiendo la matraca de mis rodillas estremeciéndome de emoción. Pues vengo de una verdadera historia de amor, ¿quieren conocerla?