miércoles, 1 de septiembre de 2010

Démosle una sonrisa a la muerte, ¿se animan?

Es posible que muchos de nuestros lectores actualmente estén en actividades muy parecidas a las mías, en plena investigación genealógica de sus propios parientes. Como ustedes ya se habrán dado cuenta, aparte de ser personalmente una perfecta rata de biblioteca, les aclaro que daría cualquier cosa para que alguien me permitiese revisar -aunque sea un poquito- los libros de actas de defunción que se conservan en los cementerios de todas las ciudades. Algún amigote con conocimientos de genealogía me comentaba que constituía el perfecto lugar para buscar huellas de nuestros ancestros. Y no es que tenga alma tardía de Principiante de Drácula, ni de Príncipe de las Tinieblas; sino simple curiosidad animal (¿morbosidad?), que me movilizaba mucho antes y ahora mismo; a propósito de la búsqueda activa de mis antepasados.

Viene a mi recuerdo cuando en un crudo invierno, en pleno mes de julio, en mis tiempos de estudiante de ingeniería en Córdoba, con un grupo de amigos, nos gustaba salir en nuestras motonetas a viajar por diversión a la campiña cordobesa. En unos de estos viajes y en una noche clara pero sin luna, viajando por las proximidades de la ciudad de Río Segundo, divisamos las criptas blancas de un pequeño cementerio.

Como una verdaderamente alocada diversión se me ocurrió desafiar a ¿quién de nosotros sería capaz de atravesar caminando ése cementerio?, plagado de "luces malas" y otras cosas feas.

Todavía no recuerdo muy bién qué es lo que apostamos, pero me dí el gusto de cumplir serenamente con el desafío, ante la convicción de que tengo que temerle más a los vivos que a los muertos. Creo que apostamos un asado, que después me lo comí con extravagante y morboso gusto.

Esto les cuento simplemente como pié de entrada para mostrarles una curiosa acta de defunción que yo no descubrí, ¡no!; pero lo hizo una lectora de nuestro sitio, que alguna vez fue una de mis alumnas de la UNSE (Universidad Nacional de Santiago del Estero), a quién le agradecemos su vivo interés.

Pero, ¿de donde sacó este documento?, la verdad es que no lo sé, pero les aseguro que -su lectura- va a ser capaz de conmovernos y dibujarnos una sonrisa en nuestros rostros.

Parece ser que el occiso "Manuel Chico" que no se trata de un pariente, pero que sí era un atorrante de aquéllos. Es lo que supongo van a deducir -sin inconvenietes- ustedes mismos, ¡que disfrutarán el documento! ¿Qué dije?